Hace poco volvió a resonar el nombre de Jesús María Valle, causando revuelo incluso entre algunos sectores de la derecha del país. Pero ¿quién fue este hombre? ¿Qué hizo para que, años después, su memoria siga siendo una llama incómoda?

Jesús María Valle, fue un abogado y defensor de derechos humanos, nació en la vereda la Granja del municipio de Ituango el 28 de febrero de 1943, curso su carrera en la facultad de derecho y ciencias políticas de la universidad de Antioquia, una vez graduado, se dedicó al ejercicio del derecho penal y a la actividad política en el Partido Conservador. Caracterizándose por ser un hombre solidario, sencillo, entregado, y sobre todo consecuente y valiente, tanto que denuncio públicamente la corrupción y el clientelismo imperante de la Asamblea Departamental de Antioquia y del partido conservador.

Pero estas no fueron las únicas denuncias por el entonces abogado, Valle denunció antes de las masacres que en Ituango existía riesgo real de incursión paramilitar. En especial alertó a autoridades departamentales y municipales sobre la presencia de paramilitares, y pidió protección para la población civil vulnerable. Específicamente, denunció la connivencia entre paramilitares y miembros del Ejército Nacional y En La Granja, por ejemplo, en mayo de 1996 Jesús María Valle alertó al Ejército y otras autoridades sobre la amenaza.

Estas denuncias las hizo ante el entonces gobernador de Antioquia Álvaro Uribe Vélez y a finales de 1996 le volvió a advertir al gobernador de Antioquia sobre otra masacre que se perpetraría, esta vez en el Aro. No lo escuchó y la masacre ocurrió. El 22 de octubre de 1997 el Bloque Mineros de las AUC asesinaron a 17 campesinos en la vereda del Aro. Un paramilitar llamado Francisco Villalba, quien después fue asesinado, acusó directamente a Uribe como autor intelectual de la masacre. Mancuso dijo, en versión dada desde una celda en los Estados Unidos en el 2008, que Carlos Castaño se había reunido previamente con Pedro Juan Moreno -mano derecha de Uribe en la gobernación- para contarle los detalles de la masacre. Incluso se habló en su momento que dos helicópteros de la gobernación se habrían prestado para apoyar a los paras. Esto nunca pudo ser confirmado.

La norteamericana María McFarland, en su libro There Are No Dead Here: A Story of Murder and Denial in Colombia. Menciono que a Jesús María mostró que no le temblaba la voz ante ningún poder y señaló directamente al gobernador de Antioquia: “Yo siempre vi y así lo reflexioné que había como un acuerdo tácito o como un ostensible comportamiento omisivo, hábilmente urdido entre el comandante de la IV Brigada, el comandante de la Policía de Antioquia, el Gobernador Álvaro Uribe Vélez, el doctor Pedro Juan Moreno y Carlos Castaño. Todo el poder de los grupos de autodefensa se ha consolidado por el apoyo que ese grupo ha tenido con personas vinculadas al gobierno, al estamento castrense, al estamento policivo y a prestantes ganaderos y banqueros del departamento de Antioquia y del país”.

Estas denuncias publicas y ante los estrados judiciales, llevaron a la muerte al abogado Valle a quien asesinaron en su oficina un día antes de su cumpleaños el 27 de febrero de 1998, por dos hombres y una mujer de la Banda Criminal La Terraza, bajo las órdenes de Carlos Castaño. El crimen fue declarado en 2018 por la Corte Interamericana de Derechos Humanos como de lesa humanidad.

Ahora casi 28 años después la jueza tercera penal del circuito especializado de Medellín, Claudia Castro, compulsó copias para que la Fiscalía investigue al expresidente Álvaro Uribe Vélez, a su hermano Santiago Uribe por su presunta participación en el asesinato de los defensores de derechos humanos Jesús María del Valle y Eduardo Umaña Mendoza. Esa orden apareció inscrita en una sentencia contra el exsubdirector del DAS por el secuestro de la senadora Piedad Córdoba. En concreto, la jueza ordena establecer si los hermanos Uribe obraron como “determinadores” de esos crímenes

¿Qué podemos abstraer de todo esto? Primero: personas como Jesús María Valle y Claudia Castro nos recuerdan que la verdad, la justicia y el coraje pueden funcionar como pilares para construir sociedad. Segundo: el coraje verdadero no busca reconocimiento ni protagonismo, no es un acto de ego, sino un compromiso con la humanidad. No basta ganar un caso, emitir un fallo o recibir aplausos; la motivación debe ser servir, evitar que vidas se pierdan y asegurarse de que quienes entregaron sus vidas en esta lucha no queden en el olvido.

Porque la verdad exige acciones, no discursos; porque la justicia se construye con coraje y dejando el ego atrás; y porque ninguna memoria vale tanto como para que su sangre sea silenciada por la impunidad.